Arreglos musicales: Manuel Marvizón
Narrador: Carlos Herrera
Guitarra flamenca: Manolo Franco
Guitarra acústica: Vicente Delmas
Bajo: Bruno Marvizón
Percusión flamenca: Juan Ruiz
Percusión sinfónica: Pedro Vicedo
Palmas y palillos: José Joaquín, María José Peso, María José Álvarez, Juan Ruiz
Trompeta y friscorno: Guillermo Fernández
Trombón: Juan José Puntas
Oboe y corno inglés: Francisco Gutiérrez
Flauta: José Luis G. Velázquez
Trompa: Francisco Becerra
Cuerda: Orquesta de cámara de Sevilla
Piano: M. Marvizón
Programación: José de la Torre
Grabación sonido ambiente: Quino Salazar
Coordinación técnica: Abelardo Jiménez
Sonido: Alfaguara estudios
Técnico de grabación y mezclas: José Mª Marvizón
Fotografía contraportada LP: Emilio Sáenz
Diseño gráfico: Pablo Domínguez
Coordinador de la obra: Manuel Marvizón
Gracias al coro del Rocío de la Hermandad de Sevilla por su colaboración en los temas "El Rosario por la noche" y "La misa por la mañana".
Grabación efectuada en sistema digital, corte del disco en -DMM-
Es una producción de Ediciones Senador, S. L. dirigida y realizada por Manuel Marvizón.
LETRAS:
OBERTURA
La Virgen se ha recogido. El suelo de la ermita es una alfombrade arena. Suena la hora imposible de partir, de despedirse hasta el año próximo.
ADIÓS ROCÍO, ADIÓS
Las hermandades, los Simpecados, los
hombres, las mujeres, las carretas, todos llegan para el último adiós. Hay un murmullo sordo de oraciones y un restregar cansino de los botos. Una promesa de cera multiplica sus goterones en los candelabros.
La voz se quiebra como un matojo seco al viento. Las palabras salen por un carril estrecho. Los tamboriles dicen una oración antigua con sus redobles.
¡Adiós. Rocío. adiós!
¡Ronco de amor,
cómo me cuesta
decirte adiós!
¡El tiempo viene,
llega y se va
y nos tenemos
que separar!
¡Con el Rocío
vuelvo a soñar!
PLEGARIA DE DESPEDIDA
Las oraciones se juntan y se vuelven copla que se levanta entre los flecos de la guitarra. Todas las voces a compás confesando lo difícil del momento.
Tu huella fresca en mi hombro,
tu mirada en mis sentidos,
las lágrimas sin secarse,
sin apagarse el gentío.
La camisa con su herida,
caliente el sudor y el grito...
Los bueyes hasta tu puerta
traen el milagro vivo
de unas ruedas de madera
que son como el pueblo mío
que al andar, anda despacio,
y al suspirar, da un quejido.
Estribillo:
Y ya es la hora
de despedirse,
Blanca Paloma.
Y ya es la hora
de una oración
que se pronuncia
diciendo adiós.
Como siempre y cada año
me supo a poco el Rocío,
que el tiempo se va en un verbo
cada vez que estoy contigo;
campanil que da tres vueltas
y no se mueve del sitio.
El adiós quema en los labios
y no me atrevo a decirlo.
Araña el suelo la arena,
trasiega un mundo perdido
que busca el costo de luces
de la vuelta del camino.
Se funde el ventear de las palabras con el telón de los tamboriles. Y alguien, hecho reja con la reja, se desgarra en un fandango.
Y al cabo de estos tres días
me tengo que despedir,
pero lo que yo daría
por quedarme siempre aquí,
“pa” los restos de mi vida.
Todos se van alejando. Sólo queda el rescoldo de unas sevillanas que a la vera del altar son flores de último momento.
MI CORAZÓN EN TU REJA
I
Tiene la despedida
zamarreones.
Porque sienten su herida
los corazones.
Que el despedirse
es un jirón de vida
que está por irse.
II
La puerta de la ermita
nunca se cierra,
ni el pisar se marchita
a flor de tierra.
El tiempo duele
y el aire necesita
quien lo consuele.
III
Los silencios de un nudo
por la garganta…
y un suspiro desnudo
que se levanta.
Sólo te miro
con el requiebro mudo
de mi suspiro.
IV
El sentimiento brilla
por la mirada,
y resbala en su orilla
la mar salada.
Junto a la reja,
sembrando la rodilla,
nadie te deja.
Y todo el coro de las voces siembra el resplandor de la tarde con un estribillo que repite la huella de una nostalgia que se
empieza a vivir.
ADIOS ROCÍO, ADIOS
¡Adiós, Rocío, adiós!
¡Ronco de amor,
cómo me cuesta
decirte adiós!
¡El tiempo viene,
llega y se va
y nos tenemos
que separar!
¡Con el Rocío
vuelvo a soñar!
Comienza la liturgia de la vuelta. Se procura disimular en el barullo de las últimas prisas la herida abierta de melancolía. El calor
de la tarde agobia y la polvareda oculta la estrechez de los caminos que se sienten incapaces de abarcar el paso de tanta
huella de regreso.
EL ROSARIO BAJO LAS ESTRELLAS
Son escasas las palabras y terciados los
gestos. Poco a poco irán haciéndose más bajas las luces que buscan la madriguera del horizonte. A la caída del sol, la Hermandad ya tiene apañado el hueco para pasar la noche.
La primera noche de un camino de vuelta. Pronto, una guitarra con oficio de campana convocará a la oración.
Pasando cuentas de estrellas
reza la noche el Rosario
y se alumbran las carretas
con la luz del Simpecado.
¡Esa noche de la vuelta
entre alegre y recogida
cuando los pinares rezan
un Dios te salve, María!
¡Esa vuelta del Rocío,
un paso atrás y otro alante,
que en la vida y el camino
quiero y no quiero quedarme!
El eco de los fandangos marcará la pauta de los Misterios del Rosario.Gozosos en la Anunciación del Hijo de Dios.
El arcángel vino a verte
y se abrió tu corazón
y desde entonces Tú eres
el Norte que lleva a Dios,
bendita entre las mujeres.
Dolorosos en la hora cumbre de la Pasión redentora.
Era un camino de espinas
y de amarga sinrazón,
y Tú, con Él, Madre mía,
soportando la Pasión
que por nosotros sufría.
Gloriosos en el resplandor inigualable de la Resurrección de Jesús y de la Asunción de María a los Cielos.
De la muerte resucita
y el hombre vuelve a nacer,
y el Cielo se hará una ermita
y Dios te lleva con Él,
Pastora, la más bendita....
Y toda la Hermandad termina coreando el estribillo.
Pasando cuentas de estrellas...
Tras el Rosario, las sombras se desperdigan y dibujan el secreto de un perfil de manta reliada. Algunos se retiran a soñar y otros buscan el cara a cara con la candela.
HABLANDO CON LA CANDELA
I
El tronco que arde
se va consumiendo
y enciende al quemarse
coplas y recuerdos.
Un Rocío más
y otro año menos.
como un tronco que arde
mi alma la siento.
II
Me vine al Rocío
como cada año,
como una cigüeña
con celos de mayo.
Parando las horas,
contando los pasos,
hablando por dentro,
cantando despacio.
III
Como cada año
me encontré contigo
y de tus andares
me volví camino.
Mientas te llevaba
yo iba en lo mío,
y un grito en volandas:
¡Rocío, Rocío!.
IV
Ya vengo de vuelta
aunque nada vuelve
y el corazón mío
contigo se quede.
Sabe amargo y dulce
el aire en poniente,
condición de huellas
rocieras siempre.
Estribillo:
No sé qué tiene este fuego
de las noches del camino;
le hablo como a un amigo
y él me sigue hablando luego
cuando me quedo dormido.
Todos duermen salvo alguna copla perdida que anda sonámbula por entre los rescoldos de la candela. Hace frío y los pinares son un presagio oscuro que envuelven las cercanías. Lejos, muy lejos, sin que nadie lo sepa, alguien en las alturas se encarga de encender los candiles del alba.
La luz tomará cuerpo con la lentitud propia de las cosas del cielo. Parece que la Creación renueva otra vez el milagro de aquel rito ancestral en que el Supremo Hacedor sacó la luz de la nada.
LOS COLORES DE LA AURORA
Cuando Dios hizo la luz
la marisma amanecía
y cuando soñó una madre
naciste tú, Madre mía.
Con aureola remota comienzan a dibujarse y a santificarse los perfiles del nuevo día. Todo es imprevisible por los sigilos, por los silencios que rodean la ceremonia de tal alumbramiento.
Tiene andares de furtivo
el resplandor de la aurora
y el campo abierto es motivo
de llegar siempre a su hora.
Esa es la luz del Rocío
que pregona en la mañana
y me deja el cuerpo frío
con silencios de diana.
Parece blanca primero,
azul y rosa más tarde;
cuando se vaya el lucero
será candela que arde.
Y el despertar despacioso es copla que despereza los sueños y desmenuza la sorpresa. Se descorre sin prisas el telón de la amanecida.
EL ALBA VIENE
Antes que el cohetero
tire cohetes…
y que el viento dormido
se nos despierte.
Antes que el carretero
traiga los bueyes
y que el tamborilero
toque el tambor
y el aire de los pinos
mueva una flor.
Antes que las estrellas
digan adiós...
Estribillo:
El alba viene.
Sin que nadie lo sepa,
viene que viene.
Los pinares oscuros,
claros se vuelven.
Despacio, muy despacio
la luz se enciende
detrás de la marisma,
de aquella marisma
lejana y verde.
Sólo queda ceniza
de la candela
y se ha vuelto rescoldo
la noche entera
con un cante sin sueño
que sigue en vela.
Y antes de que las yuntas
vuelvan a uncirse
y que los buenos días
puedan decirse.
Antes de que la luna
tenga que irse...
Chisporrotean lubricanes de cera delante del Simpecado. La Hermandad se congrega para la Eucaristía al amparo de un bosque que aún anda más dormido que despierto; lo mismo que los semblantes de los rocieros, que arrugan la expresión cabeceando unos buenos días, que se dan desde la hondura
del gozo por despertar en tan buena compañía y en tan buen recodo de la existencia. Resulta que los sueños que se acaban de soñar están al alcance de la mano.
EUCARISTÍA Y HERMANDAD
La misa por la mañana
delante del Simpecado.
El semblante con las huellas
que la noche te ha marcado.
En la manta yo relío
a mi cuerpo destemplado
por los desamparos fríos
que deja el alba y sus claros.
Un grano de trigo era,
que después se volvió espiga
y la espiga en el molino
se hizo blancura de harina.
Y el pan que ya no es el pan,
que al compartirlo ya es vida,
y el Pastor se hace presente
y la Hermandad más unida
se vuelve más hermandad
y el camino más camino
y el Rocío más verdad.
Se vuelve a caminar. El día se ha abierto como una inmensa flor amarilla y poco a poco vamos desandando las veredas y
tropezando con unas pisadas que nos hablan de nosotros mismos, de nuestra perenne vocación de ir y venir, de esa condición sedienta de sorpresa, de tantas ganas de vivir como tenemos y derrochamos en cada huella que dejamos por la vida.
LOS ÚLTIMOS CAMINOS
I
El sol está en otro sitio
cuando venimos de vuelta
y tiene un sesgo distinto
esa linde de carretas.
II
Agua bendita es el aire
y al respirar me bautizo,
y una simiente de andares
siembra la arena que piso.
III
Donde la vista no alcanza
llega el pensamiento mío:
mis sueños tiene su casa
en los campos del Rocío.
IV
Se canta como se vive,
se vive como se siente,
el camino te despide
y te está diciendo ¡vente!.
Estribillo:
Escondida en los pinos,
la primavera
me está llamando a su vera;
se acaban los caminos
y el corazón no se entera.
EL ARCA ROCIERA
Todo el camino de vuelta, desde la despedida en la ermita a la recogida del Simpecado, es un prolongado y único adiós, un agridulce cáliz que se va bebiendo a cortos sorbos.
Sin embargo, cuando toca llevar el caballo a la cuadra, desmontar la carriola, guardar los enseres, restituir cada reliquia romera a su cajón, limpiar la arena que trajeron los botos, poner en
la repisa la mata de romero, los recuerdos se agolpan mientras aletea un dulcísimo cansancio por todo el cuerpo.
Vuelve el caballo a su cuadra,
los bueyes al tinador,
la carriola a la era,
a su faena el tractor.
Unas cortinas de encaje
se guardan en el cajón
y la carreta desnuda
hinca el pico en un rincón.
Estribillo:
El arca rociera,
tan llena de arena
de tantos caminos.
tan llena de aire
con sabor a sal,
tan llena de vida
que al abrirla siento
que escuece la herida
que te deja el tiempo.
Entre mantas y volantes.
capote, vara y mantón
y una mata de romero
se guarda mi corazón.
Un año entero está el arca
durmiendo el sueño mejor
hasta que en mayo se abra
como si fuera una flor.
Estribillo...
Lejos, muy lejos, mientras el rociero recoge su alma en su armario, el campo vuelve a su ser, y una corte de Naturaleza encendida vuelve a rendir pleitesía a la Reina de aquellos
parajes. En el hueco del aire donde volaban las coplas, sestea el silencio, y los primitivos moradores se acercan a los caminos
solitarios donde sólo quedan las marcas de la fe.
LA VIRGEN NO ESTÁ SOLA
I
En calma la marisma
el aire al sisear
y a su paso abanica
y mece el amajal.
Hay silencio de alas
sin rastro de hermandad.
II
Primavera tardía
de los patos mancones
que alborotan los lucios
del Lobo y Mari López.
Y la calma del cielo
ni la primilla rompe.
III
Qué solitaria alfombra
de bayunco y junquera,
de taraje y sapina
con raíz salinera.
Despacio y a su aire
pasea la cigüeña.
IV
La Virgen no está sola
en esa ermita blanca,
mientras haya marisma
marismeños no faltan.
Ni faltarán canciones
que el campo entero canta.
Estribillo:
Para darte compañía,
Pastora de mis amores,
te ofrece una romería
de trinos y de verdores
este sur de Andalucía.